En un mundo laboral cada vez más consciente de la importancia de la Salud Mental y el bienestar, la inclusión y el respeto por la diversidad sexual e identidad de género ya no pueden ser asuntos secundarios. Crear espacios seguros para personas LGBTQIA+ no solo responde a un imperativo ético: es una necesidad urgente si queremos construir entornos laborales saludables, empáticos y sostenibles.
La evidencia es clara: el bienestar emocional de las personas está profundamente vinculado a la posibilidad de mostrarse tal como son, sin temor a represalias, burlas o exclusiones. En el contexto laboral, esto se traduce en contar con un entorno donde la orientación sexual y la identidad de género no solo se respeten, sino que también se valoren. Sentirse parte de una comunidad, vivir el orgullo sin esconderse y saberse protegido por la cultura organizacional es uno de los factores más determinantes en la Salud Mental de trabajadores LGBTQIA+.
En Chile, las cifras reflejan una realidad preocupante. De acuerdo con la encuesta “Chile No Sabe”, elaborada por la organización Factor Diverso en colaboración con Out & Equal, el 35 % de las personas LGBTQIA+ ha vivido algún tipo de violencia en el trabajo, ya sea verbal, psicológica o simbólica. Lo más alarmante es que el 80 % de quienes han sido víctimas de estos hechos no los han denunciado, principalmente por miedo a represalias o a no ser tomadas en serio. Pablo Hormazábal, terapeuta ocupacional de Grupo Cetep Sede Viña del Mar señala al respecto: “Crear espacios seguros para personas LGBTQIA+ no solo responde a un imperativo ético: es una necesidad urgente si queremos construir entornos laborales saludables, empáticos y sostenibles.”
Crear espacios inclusivos no es una tarea aislada del área de recursos humanos, ni se limita a fechas simbólicas como el Mes del Orgullo. Requiere un constante esfuerzo por crear espacios donde la diversidad sea integrada y se convierta en un valor estructural de la organización. Esto implica capacitar a líderes, construir protocolos claros ante la discriminación, ofrecer redes de apoyo internas y comunicar con coherencia y consistencia los principios que rigen la cultura corporativa.
En un país donde los avances en equidad de género y derechos de las diversidades sexuales aún conviven con fuertes resistencias culturales, las empresas tienen la oportunidad y la obligación de ser agentes de cambio. Asegurar que todas las personas puedan vivir con orgullo su identidad en el trabajo no es solo una señal de progreso; es un paso fundamental hacia un futuro donde el bienestar no sea un privilegio, sino un derecho para todas y todos.